sábado, 6 de febrero de 2010

Enlazando arpegios (y II)

Este artículo es continuación del publicado anteriormente. Es imprescindible leer la primera parte para comprender esta, ya que allí se explica en detalle el ejercicio.

En esta segunda parte nos vamos a ocupar de enlazar arpegios menores, de nuevo centrándonos en la mano izquierda, siendo indiferente la técnica que empleemos con la derecha. Numeraremos los dedos de la mano como habitualmente, es decir, 1 para el índice, 2 para el medio, 3 para el anular y 4 para el meñique. Empezaremos con una tríada menor compuesta por tónica, tercera y quinta. La tocaremos en forma de arpegio ascendente (C, Eb, G, Eb) y descendente (C, G, Eb, G). Trabajaremos dos digitaciones para el arpegio ascendente (Fig. A y Fig. C) y otras dos para el descendente (Fig. B y Fig. D).



En el Ej.1 tenemos de nuevo la típica progresión i-iv-i-v, esta vez con acordes menores, sobre la que practicaremos las digitaciones explicadas. Recordemos que los números sobre el tabulado corresponden a la digitación.

Para explorar las posibilidades de estas figuras tenemos el Ej.2a. Consiste en desplazarse a lo largo del círculo de quintas utilizando a voluntad las cuatro digitaciones propuestas. Como ya vimos en la primera parte, el ejercicio tiende a llevarnos en sentido ascendente (hacia las pastillas). Esto lo corregiremos siempre que queramos como se muestra en el Ej.2b. Con sumo cuidado, pasaremos de la digitación A a la D, lo que nos permitirá remontar el diapasón en sentido descendente (hacia la pala).

En el caso de los arpegios menores, el que aquí se trata, podemos introducir una figura o digitación de paso que también nos servirá en el momento de remontar el mástil hacia la pala. La digitación E supone una variante de la D, y nos sirve para enlazar con la B y luego con la A, como muestra el Ej.2c.

Desde luego, y aunque siempre resultará apropiado para calentar, por ejemplo, practicar arpegios mayores o menores recorriendo el círculo de quintas acaba resultando monótono llegados a un punto. Añadiremos variedad combinando ambos, en una típica progresión I-vi-IV-V. O mejor aún, en otra típica progresión ii-V-I-vi. Ésta última, en tono de G, es la elegida para el Ej.3. El ejercicio ilustra además una nueva situación, el cambio de I a vi, ya que hasta el momento habíamos cambiado de arpegio por intervalos de cuarta. De la misma forma podemos explorar otras progresiones para ir adquiriendo soltura.
Hasta aquí hemos extendido el ejercicio para incluir los acordes menores. De igual forma podríamos hacer con el resto de acordes: disminuidos, aumentados, semi-disminuidos, etc. Esto queda aquí propuesto como ejercicio.

Otro buen ejercicio sería retomar el anterior con acordes mayores y menores, pero comenzando por la tercera del acorde en lugar de por la tónica (p.e.: E, C, G, E). Y lo mismo empezando con la quinta. Eso nos vendrá de perlas cuando nos encontremos con inversiones de acordes o acordes barrados (p.e: C/E).


Construir los propios ejercicios puede ser una herramienta muy útil para aprender. Siempre es necesario manejar información de otros, pero también es sorpendente lo que uno se puede enseñar a sí mismo cuando se pone a ello. Al mismo tiempo es un desafío inventar algo que nos sirva para solucionar un aspecto de nuestra técnica. Como haría un monitor de gimnasio, diseñar el ejercicio adecuado para ejercitar ciertos músculos, o incluso para entrenar nuestro oído. Para esto es necesario, en primer lugar, delimitar o definir al máximo el objetivo. Tal vez “llegar a ser el mejor bajista del mundo” sea un objetivo demasiado amplio para empezar. Pero “enlazar cualquier tipo de acorde al instante”, no lo es. Como tampoco mejorar la digitación de la mano izquierda o la pulsación de la mano derecha.


Después de los ejercicios anteriores podemos continuar pasando de arpegios a escalas, y si aprendemos a dominar cualquier tipo de cambio a cualquier tipo de escala o modo, realmente ampliaremos nuestras capacidades. Las posibilidades son infinitas. Todo esto nos dará rapidez para ejecutar un acompañamiento, para diseñar la estructura de un fraseo y para improvisar sin perder de vista el acorde o tonalidad en que nos encontramos. Munición que puede ser muy útil para un bajista.


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