Combinando ascensos y descensos, de forma
lineal, podemos crear el efecto de subir y bajar, como una escalera ―que no una
escala―. El ejemplo 7 muestra este efecto:
Otro efecto interesante es producir un ostinato sobre una nota que sea común a varios acordes que van seguidos. En el ejemplo 8, utilizamos G como quinta justa de Cmaj7 (compás 1); luego, como tercera menor de Em7 (compás 2); luego, como séptima de Am7 (compás 3); y finalmente, como tónica de G7 (compás 4).
Este efecto ha de usarse con cuidado, porque llama la atención. Tan pronto puede apoyar un solo, o una sección de la canción, como quitar protagonismo
al solista.
Nuestra línea de bajo
resultará de la fusión de todos estos recursos, y algunos más. La cantidad de linealidad,
angularidad (arpegios) o cambios de octava la debe elegir el bajista, en función de lo
que pida la pieza, el estilo, etc.
Una de las ventajas de este método de
enlazar notas de los acordes es que nos permitirá crear, en poco tiempo, una
serie de clichés, o patrones, que siempre funcionan y que nos pueden sacar de un aprieto y darnos
tiempo a pensar el siguiente movimiento, sobre todo en tempos rápidos ―aunque es obvio que la música no consiste en tocar clichés. Tener estos patrones bien memorizados nos permitirá, si queremos, alterarlos un poco cada vez que los toquemos, para que no suenen siempre igual. El ejemplo 9 muestra dos patrones que funcionan siempre sobre un acorde menor para pasar al siguiente acorde, sea el que sea, situado a distancia de cuarta justa:
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