domingo, 12 de octubre de 2014

Libros, cursos y vídeos (y III)

En realidad, con un buen libro, cinco vídeos, dos tutoriales, un curso o un buen maestro debería ser suficiente para encarrilarnos... si damos con los adecuados. Si tenemos esa suerte, en pocos años adquiriremos una base sólida que nos durará por siempre. Por supuesto, nunca se deja de aprender, siempre hay cosas que mejorar y, según pasan las décadas, hay que actualizarse.

Pero ¿cómo distinguir el buen material? Comparando en base a criterios como los siguientes:

  • Claridad. Libros, vídeos y demás que expliquen con claridad no hay tantos. Por desgracia, he leído escasas explicaciones que merezcan la pena acerca de los modos, la música modal, los dominantes secundarios, la sustitución del tritono o la armonía de la escala menor.
  • Buena comunicación. Si un libro tiene muchas faltas de ortografía o una redacción pobre, mal vamos. Y se puede aplicar a cualquier soporte físico. No sirve la excusa de que el autor es un grandísimo músico al que no se le puede exigir que, además, sea un gran escritor. Pues no. Pero se le exige que busque un buen escritor, para que le ayude a comunicar su grandísimo saber. De lo contrario, su enorme sapiencia se convertirá en un gran misterio para todos sus lectores.
  • Peso. Cuando el material viene muy diluido no es buena señal. Si llevas cincuenta páginas, con letras grandes y espacios en blanco abundantes, además de gráficos o fotos que apenas aportan información, y apenas has aprendido un concepto muy básico, dos cosas:
    • Tienes mucha paciencia, pero no la malgastes
    • Cambia de libro ya
  • Trucos y atajos. La explicación de un procedimiento, aunque sea de forma muy científica, puede ser una trampa. Apretamos este botón y se abre la puerta. No, amigo. Enséñame cómo funciona el botón, cómo puedo construir uno a mi medida para utilizarlo donde lo necesite y poder abrir la puerta que necesito abrir, que rara vez será la del ejemplo. En resumen: no me des un pez; enséñame a pescar.
  • Arriba es abajo. A veces, un material que parece muy farragoso puede ser útil si tenemos un poco de paciencia; otras, un material que parece muy claro puede resultar inútil. Comprueba siempre lo que vas aprendiendo para ver si funciona.

No puedo terminar este artículo sin referirme a eso que todos andamos buscando al explorar un libro, vídeo o tutorial: el atajo. Y no un atajo cualquiera, sino el Gran Atajo. Es decir, aquel enfoque o técnica que nos ahorrará un montón de años en nuestro camino hacia la excelencia bajística y musical. Un amigo mío está convencido de que existe dicho atajo. Son cuatro reglas que enseñan en el Berklee College of Music, sólo a los iniciados, a cambio de una costosísima matrícula y el juramento de no revelarlas. 

Pues no. En música no hay atajosLos genios, sin duda, tienen una capacidad cerebral y un talento sobrehumanos, lo que les faculta para aprender más rápido. Pero no encontraron ningún atajo. Y ahora tengo que dejaros porque tengo un par de libros a mitad. No, espera. Esta noche toca jam-session. Allá que me voy.

sábado, 11 de octubre de 2014

Libros, cursos y vídeos (II)

Hay un libro que merece mención especial, y es el Real Book. Jazzeros y no tan jazzeros, de los últimos treinta años o más, se han visto absorbidos por este fenómeno. Apuesto a que la mayoría de nosotros hemos tenido nuestra "etapa" de Real Book. No hay duda, es un trabajo notable, una gran colección de standards, etcétera. Y no voy a ser yo quien le reste importancia como material de apoyo básico. Aún con todo, creo que es una etapa de las que hay que superar.

El Real Book no es la Biblia del jazz ni de la armonía. Y llegados a un punto nos puede hacer más mal que bien. Nos puede hacer libro-dependientes y de lo que se trata es de tocar. Cuando ves una orquesta sinfónica en plena ejecución, ¿qué ves? Nada, porque las partituras lo tapan todo; cuando ves un cuarteto, trío o quinteto de jazz legendario, ¿cuántos papeles ves? Ni uno. Eso es jazz: improvisación.

Muchas partituras del Real Book contienen errores. Muchas contienen acordes que son sustituciones de otros. Es más recomendable trabajar nuestro oído musical que acatar de forma dogmática esas páginas. Si uno quiere tocar jazz —o blues— tiene que empaparse del sonido, tararearlo hasta durmiendo. Los cambios de acordes, las armonías, deben resultar predecibles, tenemos que estar cansados de oírlas. Sólo así asimilaremos completamente el espíritu de esta música. Después será más fácil tocarlo. Aprender un standard de jazz de oído antes de mirar la partitura es una buena estrategia.





La música tiene su parte intelectual y teórica, pero debe haber un equilibrio. Una vez conocí a un tipo que lo sabía todo sobre armonía. Te podía decir, sin pensar y de carrerilla, las notas que formaban el acorde más raro que le preguntases; la escala más rara empezando por la nota más inusual; y un montón de cosas más. Sin embargo, no tocaba ningún instrumento. Sólo estaba fascinado por la matemática musical. Nosotros, en cambio hemos de hallar ese equilibrio: entre la teoría, la técnica y el desarrollo del oído. Y alguna cosa más, pero todas son importantes.

Por experiencia puedo decir que muchos libros me han abierto la mente. Han sido auténticas revelaciones. Es increíble todo lo que se puede hacer con un bajo y a uno nunca se le había ocurrido. Tesoros, ya lo creo. Y también son tesoros esos momentos en directo, en conciertos, ensayos o jam-sessions, incluso en prácticas caseras, donde he comprobado que la teoría funcionaba. O simplemente, por inspiración llegada de otros mundos, he logrado escuchar cómo encajaban, de pronto, las piezas del puzzle. También son momentos mágicos.



viernes, 10 de octubre de 2014

Libros, cursos y vídeos (I)

Hace poco entré en un foro de bajistas que visito con frecuencia, Basstardos.com, y descubrí a un tropel de ciber-bajistas compartiendo libros con voracidad. Libros sobre diversas técnicas o estilos aplicados al bajo eléctrico. Me pareció muy sano, hasta me dieron envidia. Me recordaron a mí, hace muchos años, con la gran diferencia de que entonces no circulaba tanto material como el que hay ahora en Internet, y esto hacía que cualquier partitura medio decente tuviese más valor que un litro de agua fresca en medio del desierto. Al final, no pude contenerme, porque soy un adicto, y tuve que hojear siete de aquellos libros.

No lo puedo evitar. Siempre que veo un libro sobre bajo eléctrico, teoría musical, armonía, música en general, tengo que saber qué tiene dentro. Antes de compartir unos pensamientos acerca del material didáctico que nos desborda, aprovecho para dedicar este artículo a todos los foreros y moderadores de ese foro tan majo que he mencionado más arriba, a quienes debo la motivación para escribirlo. Va por ustedes.

A lo largo de mi vida musical, que empieza a ser larga, he hojeado montones de libros sobre los más diversos aspectos de la música, teórica y práctica, en especial en lo referente al bajo eléctrico. Y no sólo libros, sino también vídeos educativos o entrevistas con músicos. Desde luego, algunos son joyas. El noventa por ciento, sin embargo, me sirvieron de bien poco.




Con libros y vídeos educativos se cumple aquel proverbio zen: "cuando el alumno está preparado, el maestro aparece". Esto tiene más enjundia de la que parece. ¿Por qué no aparece el maestro antes y le evita al inexperto alumno unos cuantos tropezones? De hecho, sí lo hace. El maestro ya llevaba allí un buen rato, pero el alumno era incapaz de verlo porque no estaba preparado. Y no sigo con las tortugas y los ríos porque me desviaré del tema.

Así es. Lo que hace a un libro útil o inútil no es el autor —lo cual explica por qué algunos vídeos de mis bajistas favoritos me parecen infumables—, sino nosotros. Mejor dicho: nuestro estado de aprendizaje. Nuestra ubicación en el largo camino de la Música. Unos libros son demasiado avanzados y otros demasiado básicos. El bueno es el que nos hace avanzar; el que nos hace recuperar el interés por estudiar un poco cada día y probar cosas nuevas; el que nos inspira; el que nos roba horas de sueño.




lunes, 21 de abril de 2014

Cromatismos

         Los hemos mencionado en otros artículos, ya sea para enlazar gráficos de acordes, anticipar o retardar la aparición de la tónica, o condimentar fraseosmodulaciones y solos. También hemos hablado de la escala cromática y algunos de sus usos. Pero bien merecen artículo propio.

      Como dijimos, un desplazamiento diatónico supone desplazarse de nota en nota a través de una escala o modo. El desplazamiento cromático, en cambio, supone partir de una nota y llegar hasta otra pasando por todas las notas que hay entre ambas. Es decir, de semitono en semitono, o de traste en traste. Como ejemplo podemos citar a Deep Purple quienes convirtieron los desplazamientos cromáticos en su marca de fábrica, a principios de los años setenta. En "Into the fire" (1970), en el minuto 0:03, escuchamos el siguiente desplazamiento cromático (fig. 1a):



Fig. 1a
        Después de repetirlo tres veces, efectúan el siguiente para enlazar con el acorde de inicio de estrofa (fig. 1b):


Fig. 1b
      Sin necesidad de que nos identifiquen con ellos, es un recurso interesante que podemos añadir a nuestro arsenal. Los cromatismos crean tensión y la resuelven. La velocidad de ejecución es crucial. El ejemplo de la figura 2 produce un efecto si lo tocamos a 66 bpm y otro bien distinto si se toca 200 bpm.


Fig. 2
    La figura 3 muestra cómo una ejecución rápida y limpia puede producir un efecto inesperado sobre el oyente. Tempo = 80 bpm.


Fig. 3
      En un contexto de blues puede ser útil "rellenar los huecos" (trastes) entre notas de la escala pentatónica, como muestra el ejemplo de la figura 4.

Fig. 4
   Cabe mencionar la aproximación cromática a la nota objetivo, ascendente o descendente. No es un desplazamiento cromático, pero consigue el efecto de crear tensión y resolverla al instante. Esto puede ser útil en ámbitos tan diversos como un clásico del rock de los años cincuenta "Summertime blues", de Eddie Cochran o una línea de walking bass (fig. 5).

Fig. 5
      Es fácil darse cuenta de que esas notas a distancia de semitono son la salsa de muchas escalas: la pentatónica y sus blue notes, la escala menor húngara (fig. 6a), el modo frigio, la escala hispano-árabe, la escala menor armónica, las escalas disminuidas (fig. 6b)...


Fig. 6a
Fig. 6b
      De la misma forma podemos ver que la ausencia total de semitonos es lo que da a la escala hexátona su sonido característico (fig. 7).


Fig. 7

viernes, 11 de abril de 2014

Polirritmia

      Significa que hay más de un ritmo sonando simultáneamente, lo cual precisa de polifonía, es decir, más de una voz sonando simultáneamente. ¿Es posible que cada voz toque el ritmo que le dé la gana? Posible y muy sano. Aunque se suele asociar con intrincados pasajes de rock progresivo o thrash metal, lo cierto es que cualquier estilo admite polirritmias. Eso sí, en su momento.

   La polirritmia se produce cuando mezclamos ritmos de distinto compás, ya sea por su naturaleza o por su métricaDentro de la  polirritmia existen grados. Las hay que son controladas y se acoplan a cualquier contexto con excelente resultado. Son agradables de escuchar e interesantes de tocar. Llevando el concepto al extremo entraríamos en un terreno puramente experimental y de esforzada escucha.

Naturaleza del compás


     Podemos dividir los compases, en base a su naturaleza, en dos grupos: binarios y ternarios. La figura 1 muestra los compases binarios y ternarios más usuales.



Fig. 1
      Los compases binarios son los que subdividen sus tiempos en dos corcheas (fig. 2).


Fig. 2
     Mientras que los compases ternarios subdividen sus tiempos en tres corcheas (fig. 3).


Fig. 3
    Nótese que, tanto en los compases binarios como en los ternarios, las corcheas subdividen en pares de semicorcheas.

     Tocar en 12/8 mientras otro, u otros, instrumentos lo hacen en 4/4 creará una polirritmia. Asimismo, existen figuras rítmicas que nos permiten cambiar el compás temporalmente. En los compases binarios tenemos el tresillo y el seisillo (fig. 4).


Fig. 4
     Y en los compases ternarios tenemos el dosillo y el cuatrillo (fig. 5).

Fig. 5
Métrica

    Aquí empieza lo bueno. Podemos introducir métricas diferentes sin variar la naturaleza del compás. La figura 6 muestra un ejemplo. Tocamos la misma frase (A, A, C) cada tres semicorcheas, formando grupos de tres sobre una métrica de cuatro.



Fig. 6
     También podemos mezclar compases distintos. En la figura 7 vemos cómo nuestra línea de bajo mide en 3/8, a pesar de que el compás es 4/4.


Fig. 7
     Las anteriores son polirritmias controladas. Podemos complicarlas entrando en terreno experimental. Todo se puede hacer, alguien querrá escucharlo, pero... ten paciencia si a los primeros conciertos sólo asiste tu novia. En la figura 8, sobre un compás de 4/4, con un ritmo de batería bastante común, la guitarra efectúa acentos cada tres corcheas (3/8), mientras que el bajo repite una misma frase cada cinco corcheas (5/8).


Fig. 8
      ¿Podemos complicarlo más? Sin duda. La figura 9 muestra un ritmo de batería en 6/8 + 2/8; un ritmo de guitarra que se repite cada cinco semicorcheas (5/16); y un ritmo de bajo cuyas figuras suenan cada siete corcheas (7/8).


Fig. 9

      ¿Podemos complicarlo más? Sin duda.