En este artículo vamos a referirnos a otro, dividido en dos partes y publicado en este blog, titulado “Enlazando arpegios”. Puedes verlo en estos enlaces: Primera parte y Segunda parte. Nos vamos a centrar en digitaciones de
mano izquierda, por lo que los números que aparecen encima, o debajo, de las
notas se entiende que pertenecen a dicha mano. Será indiferente la técnica de
mano derecha que empleemos. En el citado artículos hablábamos de arpegios,
que constituyen la estructura esencial de una escala o modo. En el presente
artículo los dejaremos a un lado para abordar de lleno dichos modos en varias
digitaciones, lo que nos será muy útil desde el punto de vista de economizar
movimientos, y evitar desplazamientos incómodos, o arriesgados, de la muñeca izquierda.
Evitando lo incómodo
Habitualmente, a menos que estemos
improvisando, haciendo un solo o tratando de demostrar que podemos recorrer el
mástil sin problemas, la pieza que estemos tocando tendrá varios acordes.
Nuestra misión, una vez identificados, será encontrar un centro desde el cual
poder pivotar, alcanzando todos los acordes con los mínimos movimientos de
muñeca izquierda posibles. Si más adelante la pieza cambia este esquema,
recolocaremos nuestra mano para seguir teniendo acceso a los nuevos acordes con
el mínimo de desplazamientos. Por ejemplo: el estribillo de una canción puede
estar formado por acordes distintos a los de la estrofa, en cuyo caso será
oportuno trasladar el anclaje de la mano. Para economizar movimientos nos
vendrá bien, una vez más, disponer de varias digitaciones alternativas que
usaremos según nos convenga. El ejemplo
1a muestra la digitación usual del modo eolidio, o menor natural:
El ejemplo 1b muestra una digitación
alternativa, empezando por el dedo 4:
El ejemplo
1c, por último, muestra una digitación diferente, empezando por el dedo 2:
Lo interesante es dominar todos estos tipos de digitaciones para combinarlos
entre sí, y obtener un acceso instantáneo a cualquier escala o modo.
La digitación del ejercicio 1a es la que se aprende al
estudiar los modos, empezando con el dedo 1. Ahora imaginemos una estrofa que
alterna los acordes de Am7 y G7 cada dos compases. Es decir, dos compases de
Am7, dos de G7, de nuevo dos de Am7, etc. Esta digitación resulta impráctica
aun teniendo muy claros el modo mixolidio, correspondiente a G7, y el eolidio,
correspondiente a Am7. Por el contrario, si aplicamos la digitación del ejercicio 1b o la del ejercicio 1c, el resultado es una sola
posición, desde la que dominamos ambos modos. Partiendo de los ejemplos vistos
se pueden obtener digitaciones alternativas para cada modo y para cada escala.
Las notas son algo más que sonidos.
Al pensar en un G, por ejemplo, podemos imaginar su sonido, su escritura en el
pentagrama o su lugar en el diapasón. Lo interesante es asociar cada nota, o
conjunto de notas, de tres formas a la vez: visual, táctil y
auditiva. Sería bueno añadir el olfato y el gusto, pero todavía no he
encontrado a nadie que sepa decirme a qué sabe un C o qué aroma despide un
Bb. De forma visual, identificamos el esquema gráfico que describe cada modo en
el diapasón de nuestro bajo; de forma táctil, identificamos la digitación o
digitaciones que emplearíamos a la hora de tocarlo; y de forma auditiva, escuchamos
el sonido que producen dichas notas. Así, al leer el ejercicio 1a, no sólo veremos la escritura en el pentagrama o el
tabulado, sino que también imaginaremos su situación en el diapasón (Fig. A), lo que nos sugerirá la
digitación con que lo ejecutaríamos, y también escucharemos mentalmente el
sonido que produce cada nota.
Desplazamientos
deseados u obligatorios
Lo
dicho sirve para los casos más habituales, donde los desplazamientos incómodos
pueden ―y deben― evitarse. Otras veces, sin embargo, puede resultar obligatorio un desplazamiento de la mano izquierda. En estos casos hemos de ser
capaces de hacerlo de la forma más rápida posible, sin producir arrastres de
notas o sonidos de cuerda no deseados, teniendo muy claro de antemano la
situación de la nota a la que nos dirigimos, y con qué dedo vamos a ejecutarla. ¿Demasiadas cosas a la vez? Por eso hay que empezar a poca velocidad, para que nos dé tiempo a pensar. Naturalmente, tampoco podemos dejar que el desplazamiento se convierta en una
alteración del tempo de la pieza. Es importante ejecutar “a tempo”, tanto la
última nota antes del desplazamiento, como la primera después del mismo. No nos
podemos permitir el lujo de llegar tarde, porque produciríamos una síncopa no
deseada que alteraría el sentido rítmico de la pieza. El ejercicio 2 sirve para practicar desplazamientos bruscos. Lo
tocaremos, primero, despacio, a una velocidad de 60, como los relojes, ocupándonos de que suenen
todas las notas en su sitio. Después, iremos incrementando la velocidad hasta
donde podamos, sin traicionar la métrica del ejercicio (clik para ampliar).