Los
números es una de esas cosas que trae de cabeza a muchos bajistas. Oyen
hablar de sextas y novenas, ven números en el cifrado de los acordes,
Am9, G7#5#9, Bmaj13, y empiezan a pensar que aquello es una inoportuna
clase de álgebra. Después están los que afirman que la música es pura
matemática, citan a Pitágoras y visten camisas a cuadros. Lo que si es cierto es que en música —mejor dicho, en notación musical— se usan números. Para saber en qué
compás estamos, en qué tiempo del compás estamos, los grados de la
escala, etc. En resumen, para simplificarnos la existencia, así que,
bien comprendidos, los números pueden ser muy útiles.
Un
intervalo es la distancia entre una nota y la siguiente, o la anterior.
Si ambas notas de un intervalo se tocan a la vez constituyen un acorde.
Los acordes se componen de intervalos. Normalmente pensamos que un
acorde es un puñado de notas tocadas al mismo tiempo, pero es más
acertado verlo como un conjunto de intervalos. Cada intervalo tiene un
sonido único, un color, por así decirlo, y la combinación de intervalos es
lo que hace cada acorde tan especial, lo que le da su sonoridad
característica e inconfundible. Para simplificar la lectura de acordes, o
la improvisación sobre una progresión de ellos, se utilizan números.
Hemos estado hablando de estos números en el artículo Enlazando arpegios a cualquier distancia. Aquí haremos algunas consideraciones.
Intervalos compuestos
Si
a cualquier intervalo simple, con numeración inferior a 8, le sumamos
7, obtenemos un intervalo compuesto. Son los que exceden el ámbito de la
octava. Por ejemplo: si en vez de la distancia entre la tónica y la
segunda consideramos la distancia entre la tónica y la octava aguda de
la segunda estamos hablando de una novena (2 + 7 = 9). Los más usados,
todos extensiones del acorde básico, son los que muestra la figura 1.
Fig. 1 |
Inversión de intervalos
Invertir un intervalo
es darle la vuelta, ponerlo cabeza abajo. Por ejemplo: partiendo de B,
un desplazamiento ascendente de séptima mayor (maj7) nos sitúa en A#. La
inversión de la séptima mayor da como resultado una segunda disminuida
(b2). Lo que significa que, si nos desplazamos una segunda disminuida en
sentido descendente llegamos a la misma nota, solo que en su octava
grave, como puede comprobarse. En la figura 2 podemos ver en qué se transforma cada intervalo al invertirlo.
Fig. 2 |
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